Dijkstra combina de forma brillante la destreza técnica propia de una película industrial– plagada de pantallas verdes, efectos y superposiciones de imágenes – con un registro documental de su vecino, un personaje con un pasado doloroso cargado de violencia. A partir del reenactment y la exhibición constante del detrás de escena, el cortometraje transita con libertad entre los diferentes niveles narrativos, desplegando preguntas en torno al pasado y la potencia de la imagen que lo recrea, a las marcas en el cuerpo y a la vida como construcción de un relato.